25/4/20


Conflictos Institucionales


Una mujer, madre de un niño, le comenta a una maestra, que por boca de terceros, la docente de su hijo habría zamarreado al mismo y lo habría tratado de “negrito”. Agrega la madre que “los niños no mienten”. La docente se siente desprotegida por el equipo directivo en tanto no explicitan su acompañamiento para con ella frente a la madre del niño. El equipo directivo, nuevo en la institución, de entrada, aparentemente no toma partido por ninguna de las partes. El equipo de orientación escolar de entrada, aparentemente no toma partido por ninguna de las partes”.

Dice Ana Fernández -en Instituciones estalladas- que la calidad institucional de un servicio, no se consolida porque haya una sola voz. Ni por la eliminación de intereses en conflicto entre orientaciones, estamentos, etc. Muy por el contrario, el conflicto puede ser de una infinita riqueza; un requisito no puede abandonarse: consenso de los espacios y juego reglado de las diferencias.

Nada de esto ocurre en un primer momento. La docente implicada tiene miedo, comienza a fantasear con el destino que esto puede llegar a tener (sumario, etc). La madre que busca en otras madres aparentemente aliadas que hayan tenido experiencias similares con sus hijos y de este modo no sentirse sola en alguna acción futura que pudiese emprenderse. El Equipo Directivo proactivo pero preocupado de estar haciendo las cosas bien. El niño……

Comenzamos a abrir este conflicto:
La maestra niega esta situación, dice que en todo caso su “carácter es fuerte”.
La Vice, quizás sobreimplicada, plantea que “muchos maestros acuden a trabajar a escuelas pobres por el porcentaje de ruralidad pero discriminan a los niños…”



Creemos que un análisis funcional de la situación sería inútil y no disminuiría el malestar en los distintos actores involucrados.
Un ejemplo de este tipo de análisis es el que habitualmente se practica  en las escuelas. En la escuela, los actores se ubican en un lugar de investigadores en donde se realizan virtuales careos (dimensión represiva de la escuela en la variante vigilar y castigar. No en una variante estructurante, posibilitadora de constitución de sujetos). Se utiliza entonces el interrogatorio del tipo: “Vos qué hiciste?”(al niño). Porque no habló en 1er. lugar con la maestra en cuestión?( a la madre). Porqué crees que el chico dijo lo que dijo? (a la maestra)




Un abordaje completamente distinto e incierto sería habilitar otras aproximaciones adentro de la escuela. Abrir la puerta a una mirada psicoanalítica por ejemplo. Quizás desde ahí también el contenido de algunas preguntas será el mismo que las arriba enunciadas pero lo que varía notablemente es el tono. Cuando decimos “el tono”  estamos aludiendo a aquella mirada, a una representación de niño, de diferencia, de madre, del poder, que se vehiculiza a través de la voz y que finalmente se configura en un tono. Francoise Doltó habla de la pregunta desculpabilizadora. Es a esto a lo que nos referimos. Para que esta pregunta se pueda formular, es menester tener la convicción de algo: no hay culpables en esta escena. Ni adulto, ni niño. Doltó habla de responsable en todo caso. Volveremos sobre esto. Cómo sostenernos en la escuela en el fuerte supuesto de que la mayoría de los conflictos institucionales no encuentran culpables[1] ?    
Si nos enojamos con las partes involucradas, perdemos la paciencia, y decimos que lo que pasa es que “somos muy frontales y tenemos un carácter fuerte[2] ”, es que inconcientemente repetimos un circuito en donde la Autoridad se nos representa aún de manera tradicional y nuestras lecturas progresistas que hablan de derechos y esos tópicos no pueden todavía con aquello que ha dejado marcas en nuestro inconciente.
Evidentemente algo del orden de la novedad respecto de la sumisión frente a la Autoridad se ha ido moviendo de lugar. Al menos el niño de esta escena así nos lo muestra.
 El objeto, por así decirlo, del psicoanálisis es el inconciente. Si lo pensamos desde acá, hay una sentencia que nos llama la atención: “los niños no mienten”. Dicho así, suena distinto a: “los niños (y los borrachos) dicen siempre la verdad”. Esto, en apariencia juego de palabras, refleja en el primer caso un mandato que puede ser familiar, de la comunidad etc. La segunda afirmación apunta más bien al tema de cómo opera la censura en ciertas personas…. Seguramente hemos sido testigos más de una vez respecto de decires infantiles que, no son un reflejo fiel de lo que se observa fácticamente. Lo mismo ocurre con los adultos. Identificamos en ese caso lo que preferimos llamar verdad subjetiva (de la que somos inconcientes).
Algo del orden del mandato, de la censura y de la verdad subjetiva se ha hecho presente en esta escena arriba descrita que atraviesa a los adultos implicados y a un niño.

                                                                                                                 V.del Pino, 2006





 [.1]Dice Gerard Mendel a propósito del fundamento psicoafectivo del fenómeno de la Autoridad en el adulto “ esto que recibe el nombre de culpabilidad humana no es más que miedo del sujeto a perder el amor del objeto” .Este sentimiento de culpabilidad atraviesa a los niños y a los actuales adultos formados en  esta cadena significante. La Autoridad tradicional se sostiene en este modelo.


 [.2]Eufemismo para hacer referencia a una pelea imaginaria no advertida.




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