Conflictos Institucionales
Una mujer, madre de un niño, le comenta a una maestra, que
por boca de terceros, la docente de su hijo habría zamarreado al mismo y lo
habría tratado de “negrito”. Agrega la madre que “los niños no mienten”. La docente
se siente desprotegida por el equipo directivo en tanto no explicitan su
acompañamiento para con ella frente a la madre del niño. El equipo directivo,
nuevo en la institución, de entrada, aparentemente no toma partido por ninguna
de las partes. El equipo de orientación escolar de entrada, aparentemente no
toma partido por ninguna de las partes”.
Dice Ana Fernández -en Instituciones estalladas- que
la calidad institucional de un servicio, no se consolida porque haya una sola
voz. Ni por la eliminación de intereses en conflicto entre orientaciones,
estamentos, etc. Muy por el contrario, el conflicto puede ser de una infinita
riqueza; un requisito no puede abandonarse: consenso de los espacios y juego
reglado de las diferencias.
Nada de esto ocurre en un primer momento. La docente
implicada tiene miedo, comienza a fantasear con el destino que esto puede
llegar a tener (sumario, etc). La madre que busca en otras madres aparentemente
aliadas que hayan tenido experiencias similares con sus hijos y de este modo no
sentirse sola en alguna acción futura que pudiese emprenderse. El Equipo
Directivo proactivo pero preocupado de estar haciendo las cosas bien. El niño……
Comenzamos a abrir este conflicto:
La maestra niega esta situación, dice que en todo caso su “carácter
es fuerte”.
La Vice, quizás
sobreimplicada, plantea que “muchos maestros acuden a trabajar a escuelas
pobres por el porcentaje de ruralidad pero discriminan a los niños…”
Creemos que un análisis funcional de la situación sería
inútil y no disminuiría el malestar en los distintos actores involucrados.
Un ejemplo de este tipo de análisis es el que habitualmente
se practica en las escuelas. En la
escuela, los actores se ubican en un lugar de investigadores en donde se
realizan virtuales careos (dimensión represiva de la escuela en la variante
vigilar y castigar. No en una variante estructurante, posibilitadora de
constitución de sujetos). Se utiliza entonces el interrogatorio del tipo: “Vos
qué hiciste?”(al niño). Porque no habló en 1er. lugar con la maestra en
cuestión?( a la madre). Porqué crees que el chico dijo lo que dijo? (a la
maestra)
Un abordaje completamente distinto e incierto sería
habilitar otras aproximaciones adentro de la escuela. Abrir la puerta a una
mirada psicoanalítica por ejemplo. Quizás desde ahí también el contenido de algunas
preguntas será el mismo que las arriba enunciadas pero lo que varía
notablemente es el tono. Cuando
decimos “el tono” estamos aludiendo a
aquella mirada, a una representación de niño, de diferencia, de madre, del
poder, que se vehiculiza a través de la voz y que finalmente se configura en un
tono. Francoise Doltó habla de la pregunta desculpabilizadora. Es a esto a lo
que nos referimos. Para que esta pregunta se pueda formular, es menester tener
la convicción de algo: no hay culpables en esta escena. Ni adulto, ni niño.
Doltó habla de responsable en todo caso. Volveremos sobre esto. Cómo
sostenernos en la escuela en el fuerte supuesto de que la mayoría de los
conflictos institucionales no encuentran culpables[1] ?
Si nos enojamos con las partes involucradas, perdemos la paciencia,
y decimos que lo que pasa es que “somos muy frontales y tenemos un carácter
fuerte[2] ”,
es que inconcientemente repetimos un circuito en donde la Autoridad se nos
representa aún de manera tradicional y nuestras lecturas progresistas que
hablan de derechos y esos tópicos no pueden todavía con aquello que ha dejado
marcas en nuestro inconciente.
Evidentemente algo del orden de la novedad respecto de la
sumisión frente a la
Autoridad se ha ido moviendo de lugar. Al menos el niño de
esta escena así nos lo muestra.
El objeto, por así
decirlo, del psicoanálisis es el inconciente. Si lo pensamos desde acá, hay una
sentencia que nos llama la atención: “los niños no mienten”. Dicho así, suena
distinto a: “los niños (y los borrachos) dicen siempre la verdad”. Esto, en
apariencia juego de palabras, refleja en el primer caso un mandato que puede
ser familiar, de la comunidad etc. La segunda afirmación apunta más bien al
tema de cómo opera la censura en ciertas personas…. Seguramente hemos sido
testigos más de una vez respecto de decires infantiles que, no son un reflejo
fiel de lo que se observa fácticamente. Lo mismo ocurre con los adultos.
Identificamos en ese caso lo que preferimos llamar verdad subjetiva (de la que
somos inconcientes).
Algo del orden del mandato, de la censura y de la verdad
subjetiva se ha hecho presente en esta escena arriba descrita que atraviesa a
los adultos implicados y a un niño.
[.1]Dice
Gerard Mendel a propósito del fundamento psicoafectivo del fenómeno de la Autoridad en el adulto “
esto que recibe el nombre de culpabilidad humana no es más que miedo del sujeto
a perder el amor del objeto” .Este sentimiento de culpabilidad atraviesa a los
niños y a los actuales adultos formados en
esta cadena significante. La Autoridad tradicional se sostiene en este modelo.
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