ALBOROTO
EN LA CORTE
Una vez conocí a
un señor que para cualquiera habría tenido todas las razones para ser feliz. Tenía
salud, buena estampa, una familia que lo contenía. No obstante, este hombre
portaba un malestar que tenía que ver con su castración. Tenía sus genitales
bien puestos, pero era otra, la que lo tenía a mal traer. Esto que parecía
difícil, no era otra cosa que el No-poder, No-saber, No-tener, y todos los noes
posibles de existir en él. Grande
era su malestar cuando se empecinaba en desmentir a todos ellos. Al fin y al
cabo era una empresa imposible de lograr…pero el señor prefería poner sus
esfuerzos en lo que podríamos llamar “su ilusión” y no tener que enfrentarse
con la gran “desilusión” del no.
I.-
Corrían los
tiempos en que el rey, su padre, estaba un poco de capa caída ante la reina:
trabajaba mucho para traer el dinero a casa, cuando estaba, no colmaba tanto a
la reina como sí lo lograba el principito. Los besos, abrazos y apretujones
cargados de amor iban para el príncipe. El rey, un tanto cansado, un tanto
entristecido, un tanto cachondo, buscaba consuelo en alguna puta. Grande fue la
que se armó cuando su mujer se dio cuenta. El rey trató de explicar lo que no
se quería escuchar: la sexualidad de la reina habría tenido que ir a parar a
sus brazos, cuestión para la cual ella no estaba disponible; sus ojos, oídos,
boca tenían otro destinatario. La reina ofendida, le cortó los víveres y acudió
a quien ya sabemos era su principal fuente de alegría.
Detalles más,
detalles menos, casamiento del príncipe con una bella dama, la casa propia, el
trabajo seguro y demás hitos en las vidas de las personas, esta historia continuó
y se repitió por los siglos de los siglos convirtiéndose en un legado invisible
para los descendientes de reinas-madres de príncipes encantados.
-FIN
A.C.,
noviembre2011
hola
ResponderEliminaruna historia que nos hace reflexionar sobre el amor y la crianza .
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ResponderEliminarno fue la intención original pero, si abre a la reflexión, bienvenida sea :)
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