13/6/20

Condiciones de posibilidad o clausura del pensamiento en los templos del saber



                                                                                                                “en forma deliberada he optado por no saber…
                                                                                                                                    conciente de que hay un problema,
                                                                                                                           me he tomado tiempo para reflexionar.”
                                                                                                                       M. Mannoni, 1982     



La escuela nos convoca a saber, a ser especialistas en. Difícil lugar. Que podemos proponer? Hay lugar para una propuesta que no sea la reeducación? No olvido que las escuelas en primer lugar son para los chicos. Como dice Ariés, existen chicos porque existen escuelas.


En la fábrica de enseñar, todas las mañanas suena el timbre a las 8, las maestras han llegado antes, se han puesto sus delantales, y al sonido del timbre, se han ubicado en sus puestos. Entran los niños, hacen una fila, “uno, dos”dice una de ellas en señal de que el canto a la bandera es inminente. Luego del canto la misma maestra, que está de turno sanciona un “vista al frente” y en este caso pide una “toma de distancia cada dos azulejos”. Luego, cada una camina rumbo a su lugar de trabajo con sus aprendices que la siguen.


        Estas rutinas, que evocan a veces a regimiento, otras a fábrica, tienen lugar en una escuela. Muchos de los niños, no todos, no saben de trabajo en serie, ni de disciplina férrea, y hacen otras cosas.
Así, Santiago se resiste a  escribir en el cuaderno cuando en el orden establecido (progresión didáctica le llaman) esto tiene que ocurrir.
Luego, Pablo, enojado, furioso, no entra en la política de la homogeneidad cuando su historia de no-identidad se le hace presente.
Y qué decir de aquellos que interpelan a maestras cuando “no quieren trabajar” y entonces la maestra piensa “esta nena andaría mejor en especial”.

       En su discurso actual, la escuela nos convoca a ser especialistas pero en realidad sería lo que los lingüistas llaman eufemismo. Sí; la escuela dice especialistas para no decir tecnócratas.
La operatoria del saber se vuelve difícil porque la escuela está hipertrofiada, al menos en esta escuela pública del relato. El mandato institucional se pone en acción desde el inicio de la jornada: como en el tango, medio regimiento, medio fábrica, se intenta quizás torcer este mandato desde iniciativas individuales o sectoriales pero esto fracasa: la  hipertrofia descansa en la adquisición del portarse bien-adquisición de hábitos-mantener rituales ya sea dentro o fuera del aula.
         En la fábrica, en el regimiento, lo que predomina es la acción, la producción, no el saber. El pensamiento en juego en todo caso es para saber qué se espera de ese/a niño/a, los pasos que se deben seguir para hacer aquello que le es solicitado. La escuela hipertrofiada tiene demasiada semejanza con aquello…
      
  

I.-  Mucho se ha escrito sobre los orígenes de la escuela, su mito fundante, su función social en tanto institución encargada de colaborar con aquello que se reconoce como construcción de una identidad nacional.

Más acá, que es el sentido de este libro, los actos escolares por ejemplo, vacíos de contenido, con un sentido colectivo que no termina de configurarse pero con la fuerza del ritual que insiste:  “ Salve Argentina, bandera de mi patria”, la escuela preserva eso, la repetición, el mantenimiento de los rituales que son dictados desde lugares de políticas educativas. Esto es el poder de un mandato.

Mientras, nos devanamos los sesos[1], quienes estamos dentro intentando hacer que este lugar se parezca más a una escuela para chicos, a doscientos años de su aparición.

El costado de producción es evidente y ¿cómo mejor producir? En espacios disciplinados, regimentados. Ya lo decía Foucault.

Los niños que no se someten ni al ritmo de producción ni al disciplinamiento necesario para ello, son los desviantes institucionales que denuncian que a esa escuela le falta algo. Le falta tiempo. Le falta espacio. Para poder saber.  














[1] Pensar con intensidad en algo, dar vueltas insistentemente a una cuestión

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