31/5/20

Cautivos

Detrás de los vidrios podían distinguirse las personas que cocinaban a altas temperaturas. Los vidrios empañados, la ropa ligera sobre sus cuerpos, revelaban el calor que ahí dentro circulaba. Del otro lado, jóvenes en estilo eficiente preparaban sofisticados sushis a la vista de los comensales. Mezcla rara de ventanales a la calle con vista a una noche de otoño de esas con lluvia apacible y música repititiva que nadie parecía advertir.
Había muchos de esos lugares por la zona, demasiados quizás. ¿Dónde irían todas esas personas hace veinte años atrás cuando el sushi, los tacos, los kebab y el mercado de la comida foránea no existía?
En el centro del lugar de los ventanales y la música repetitiva, había una cinta giratoria que portaba platillos con bocados de distintos colores al alcance de quien quisiera comerlos.
Un hombre y una mujer llegaban. Parecían una pareja. Mientras se ubicaban en torno a la cinta, en taburetes que dejaban sus pies suspendidos, cada uno sacaba su respectivo teléfono móvil para ubicarlo exactamente enfrente de sí.  Ella llevaba una blusa que le descubría la espalda y le adornaba los hombros con pieles; hablaba por su teléfono celular mientras su acompañante daba muestras de mucha habilidad con los palillos chinos. Tras colgar el teléfono, ella alcanzó uno de esos platillos con bocados naranjo salmón que pasaba frente a sus ojos disponiéndose a comerlo al momento en que el teléfono del hombre que la acompañaba comenzaba a sonar. Era el turno de él. La música continuaba con un sonido base repetitivo y uniforme. Detrás de los vidrios, continuaban las altas temperaturas y la esperanza quizás en los que ahí estaban, de que el tiempo avanzara para sacarse la ropa de trabajo y volver a sus barrios que nada tendrían que ver con la zona de los habitués de ese lugar. Nada parecía perturbar a la pareja, ni la música, ni los vidrios empañados, ni la lluvia en los ventanales. Sus ojos solo estaban destinados a los platillos que circulaban, que elegían y luego comían y, en ocasiones, a sus teléfonos móviles atentos al destello de luz señal del ingreso de una llamada. No había espacio para palabras entre ellos dos. Sus rostros sin  muestra de cansancio o de hastío, se mantenían inmutables. De pronto sonó el teléfono de ella. No había señal. Apoyó el vaso sobre la mesa, su cartera quedó ahí tal cual la había dejado, bajó con cuidado del taburete y caminó entre la gente -que esperaba su turno para comer- en dirección a la calle. Al fin parecía que la señal había llegado. Se
quedó ahí, en la vereda, hablando por su celular. Cuando él  guardó su tarjeta de crédito en su billetera y terminó su café, bajó con cuidado del taburete, tomó la cartera de ella, y guardó su teléfono móvil. Ya en la vereda,  le mostró su cartera en señal de partir. Se perdieron así entre la música y la gente que esperaba afuera.


                                                                                                                                     A.C

2 comentarios:

  1. Impresionante tu capacidad de descripción en la escritura..se activan las imágenes y los climas emocionales. Bravo..no conocía este lado tuyo. Falta poco para tu cumpleaños..abrazos

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  2. Recién pude ver tu comentario y ya pasó mi cumpleaños. Gracias Ceci

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